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Básicamente muestra cuánto durarán ciertas materias primas si se siguieran consumiendo al ritmo actual o incluso si se bajara el ritmo a la mitad. Esto no tiene en cuenta el aumento de demanda que podría haber debido al descubrimiento de nuevas tecnologías. (Tampoco tengo claro si se refiere a las reservas conocidas o previstas, dado que por ejemplo si se encontraran nuevos yacimientos dichas reservas podrían aumentar.)
Al aluminio le puede quedar más de cinco siglos, pero esto contrasta con el cobre al que le quedarían 38 años o el oro (36) y la plata (9). Materiales como el Indio, que se utiliza para fabricar las pantallas LCD sólo le quedan 4 años (su precio pasó de 60 a 1.000 dólares el kilogramo entre 2003 y 2006). Otros metales menos nobles como el plomo, que usamos para baterías y conducciones, tampoco está mucho mejor: se ha estimado que se agotará en 8 años.
Enlazando con el debate nuclear, las reservas de uranio, que se usan tanto en las centrales como para construir armas, se agotarían como máximo en 19 años, menos si se aumenta su demanda (o se podría ampliar hasta 59 años consumiendo la mitad).
Algunos de estos datos se alivian porque el porcentaje de reciclado de los materiales es muy alto: el 72 por ciento del plomo necesario se cubre mediante reciclaje, así como el 43% del oro o el 35% del germanio. En cambio Uranio, Galio, Indio y otros tienen un porcentaje de reciclaje... cero.
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Pero, como dicen en el artículo:
Lo más sorprendente es que, incluso aunque tengamos una alta dependencia de algunos de estos elementos, es que no sabemos con seguridad cuánto tiempo les quedan. Para empezar, el consumo global de la mayor parte de los metales preciosos no se conoce con seguridad. Estimar las reserva de cualquiera de esos metales es también difícil. En el caso de los metales raros como el indio o el galio las cifras son guardadas en secreta por las compañías mineras. Los gobiernos se están empezando a dar cuenta del problema que nos acecha, y los estudios al respecto son todavía pocos.
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