Redes móviles. Cómo ha cambiado la sociedad y nuestro comportamiento. Parte 3

Si alguien nos pudiera ver desde muy alto, pero no ver lo que hacemos ni lo que somos, lo que construimos o lo que ejecutamos, sino solo lo que pensamos como una enorme masa de energía que fuera dando forma a lo que la humanidad va consiguiendo cocrear, posiblemente se daría cuenta de que hay dinámicas sociales que van siempre en varias direcciones, pero unidas por un hilo conductor que parece mover a nuestra civilización en una dirección determinada.

Determinar esa dirección y luego poder analizar los elementos clave de la misma es lo que nos daría la oportunidad de poder decir con cierta objetividad hacia dónde se encamina el crecimiento y desarrollo personal, social y colectivo de nuestra especie, y es de alguna manera lo que nuestros Yo Superiores hacen cuando miran las líneas temporales para ver que diferentes escenarios, de todos los que existen simultáneamente, son los que tienen más probabilidades de manifestarse en cada momento a nivel físico.

De alguna manera, las preguntas que nuestros YS se “hacen”, en sus términos, son del estilo de ¿estamos creciendo en consciencia social? ¿Somos más amables los unos con los otros? ¿Se ayudan y asisten los pueblos de la Tierra más entre ellos? ¿Podemos decir que nos hemos convertido en una sociedad más humana o más fría, más distante o más artificial? ¿Podemos cambiar el rumbo de nuestro crecimiento sí supiéramos cómo?

El móvil lo cambió todo

Ya hemos comentado en los artículos anteriores que la tecnología móvil ha cambiado mucho nuestra percepción de la realidad y nos ha aislado en gran parte a unos de otros moviendo toda la interacción personal hacia el mundo virtual y las redes sociales. Pero es anti-natural en un amplio sentido del término, pues el ser humano es un ser amigable, racional, colectivo y emocional por naturaleza, y eso es “peligroso” para REC y SC, de ahí que se entregara y construyera todo lo que hemos explicado anteriormente para disminuir ese potencial colaborativo “presencial”.

Así que, si le preguntamos a nuestros YS: ¿qué perspectivas se están abriendo paso con marcado acento y con alto grado de impacto en la forma en la que nos comportamos unos con otros? indudablemente nos dicen que nos estamos volviendo mucho más introspectivos debido al uso de la tecnología móvil, pues ya hace años que hablamos mucho menos con las personas de nuestro entorno, e incluso con nuestra pareja, sí tenemos un móvil cerca con el cual consultar cualquier cosa de cualquier app en cualquier momento, estemos en casa o en un restaurante cenando y celebrando nuestro aniversario. Ya no preguntamos por la dirección de cómo se va a algún sitio a los locales de ese lugar porque Google Maps nos lo indica sin problemas, y, en general ya no hace falta hablar con casi nadie para conseguir casi nada porque podemos rellenar formularios, hacer pedidos por internet o enviar correos electrónicos que suelen suplir el papel de la conversación directa para la inmensa mayoría de cosas.

Nada es bueno, ni nada es malo, así es como se han dado las cosas

Como todo, no entro a valorar sí esto es positivo para nosotros o no lo es, mi YS me ha enseñado siempre que nada es “bueno” o “malo” per se, que todo depende del uso que se le da  y que cada uno usa y aplica la tecnología y las comodidades que esta nos brinda como cree oportuno, pero es una constatación a vista de pájaro que, en el ámbito social, cada vez somos personas más recluidas cada uno en nuestro universo particular sin mayor interés por el universo particular de los demás que lo que sea estrictamente necesario para la convivencia diaria, el trabajo o las obligaciones familiares. Del resto, el móvil se suele encargar de ello.

De esta manera, la sociedad se vuelve más cerrada y menos dispuesta a abrazar intercambios con otros miembros de la misma, algo ya de por si complicado con esta psicosis colectiva actual a contagiarnos por la transmisión del virus, lo cual repercute en todas las áreas y mecanismos que la hacen funcionar y nos aboca a depender más de la tecnología que de nuestra propia psicología para poder intuir o tratar con alguien sobre algo. Los emoticonos del WhatApps, Telegram o Signal dicen mucho más de nuestro estado de ánimo que lo que marcan nuestros rasgos faciales o cómo tenemos los ojos ese día que nos hemos levantado algo apáticos o decaídos.

Por lo tanto, mires donde mires en las líneas temporales, esta tendencia no disminuye, sino que se acrecienta con cada año que pasa y con cada avance tecnológico. REC y SC han conseguido que algo presentado para hacernos la vida más fácil esté creando que vivamos la vida más aisladamente, algo que suele ir contranatura de cómo el ser humano ha funcionado a lo largo de su historia. No es que dejemos de ser “sociales” que sabemos cooperar en grandes números y de forma eficiente, es que simplemente a la mínima que podemos evadirnos de esa relación con el resto de congéneres, buscamos oportunidades para ello.

Una gran parte de la responsabilidad, es de la programación de nuestra psique

Es verdad que la responsabilidad de una gran parte de esta situación la tienen los sistemas psicológicos y la programación del ser humano, y los miedos a que estas interrelaciones con los demás nos perjudiquen de alguna manera. A veces no es fácil lidiar con extraños, hacerles comprender lo que queremos decir o necesitamos, no tenemos ganas de aguantar el estado de ánimo de los demás y mucho menos tener que estar detrás de ellos para solucionar o terminar algo, así que es del todo comprensible que prefiramos hacer todo más anónimamente, más tecnológicamente y con menos agobios que los que la interacción humana a veces causa. Como todo, hay grados en los que una relación con otros miembros de nuestra especie puede resultar incluso tóxica, psicológica y energéticamente hablando, mientras que en otras ocasiones pueden ser un bálsamo de alivio, ánimo, apoyo o asistencia.

Pero sí, la tendencia es irnos hacia nuestro mundo personal con mayor asiduidad, y esta tendencia empieza a gestarse desde los primeros años de vida pues cada vez cuesta más hacer amigos en la infancia que duren hasta la vejez, y también en el ámbito macro hay más reticencias a que los pueblos, las sociedades y los países entre sí mantengan ciertos lazos de amistad o de hermandad, más allá del simple título que nuestras ciudades pueden intercambiar con otras ciudades con las que “nos llevamos bien” o “nos caemos simpáticos”.

Entonces, y volviendo a las preguntas hacia nuestros Yo Superiores: ¿tenemos más consciencia ahora? ¿Estamos más desarrollados a nivel evolutivo que hace un año, tres o veinte? En general, lo que se aprecia es que mantenemos el mismo nivel de comprensión de cómo funciona el mundo, la realidad y el universo en el que vivimos. Nos cuesta avanzar no solo en conocimiento científico, sino sobre todo en conocimiento humano, psicológico, e incluso espiritual, que no deja de ser una faceta del ser humano que aunque no se pueda medir de ninguna manera, no deja de estar presente en la vida de todos nosotros.

Este apartado “espiritual” y de crecimiento personal, además, incluido en todas las creencias y sistemas de todos los países del globo, cobra importancia a la hora de decodificar como apreciamos al resto de humanos por lo que son y por lo que hacen, más allá de lo que tengan o de la posición social que posean. Pocas personas suelen encontrar la manera de ver a sus semejantes más profundamente que a través del título o la clase social con la que se presentan al mundo, y enseguida se crean miles de juicios completamente subjetivos sobre algo o alguien simplemente por la apariencia, forma de mostrarse o imagen pública.

Hay, a veces, eones de distancia entre lo que alguien muestra y cómo alguien es realmente, pues somos maestros del disfraz en el comportamiento público hacia el exterior que nos permite acomodar la careta de nuestra personalidad que nos viene bien en cada momento para lidiar con la situación a la que nos enfrentamos. Por lo tanto, se hacen juicios y se critica, se opina y se habla sin tener en casi todos los casos datos y conocimientos reales del por qué de algo, del cómo de algo o de alguien, y del qué de ese algo o de ese alguien. Con esto, forjamos nuestras propias ideas y arquetipos mentales respecto a la situación del mundo, de la vida del vecino o de la panadera del barrio, mientras que, en realidad, ninguno de esos elementos y personas son o se perciben a sí mismos como el resto del entorno pueda estar imaginándoselos en su versión interior del mismo.

Así, la sociedad cada vez es más individualista encerrada en el mundo virtual que la tecnología móvil nos brinda. Sí cada vez opinamos y analizamos al resto desde una visión sesgada que nos da una idea parcial de los demás según lo que sabemos de esas personas por nuestras relaciones virtuales con ellas, cada vez nos encontramos con que nos entendemos menos los unos a los otros. De esta forma, parece claro que la dinámica de los años que vienen va a incrementar esa realidad y convertirnos aún más en aquello que REC y SC ya llevan tiempo creando: un mundo en el que falta ayuda y asistencia de unos hacia los otros, un mundo en el que falta comprensión del prójimo y un mundo donde cada uno prefiere ir a lo suyo antes que dedicar un poco de su existencia a asistir a los demás.

Sin embargo, no es verdad, hay mucha ayuda de unos hacia otros…

Por otro lado, es curioso que justo lo contrario es verdad. Es decir, también es cierto que si nuestros YS desde esta visión a vista de pájaro de las líneas temporales y evolutivas de la humanidad indagan un poco más en detalle, descendiendo a nivel de “calle” a través de su personalidad en el avatar y tratando de encontrar ejemplos de esto que acabamos de contar, se puede dudar sobre las conclusiones anteriores, pues vemos a personas que ayudan a otras a cruzar la calle, vecinos que se ayudan con cosas de casa, vemos a unos niños entregando unas monedas a alguien que las necesita, vemos a la gente darse los buenos días al pasar unos al lado de otros y vemos a alguien a coger amablemente un producto de la estantería superior del supermercado donde otra persona que lo necesita no alcanza.

Y entonces, tras esta visión, nos preguntaríamos, ¿qué falla a nivel macro que no falla en lo individual? ¿Cómo es posible que, en general, haya muchas situaciones en las que podemos constatar que el ser humano es bondadoso, amable, empático y con deseos de ayudar mientras que, luego, vemos que la sociedad está yendo por senderos que apuntan a todo lo contrario?

La respuesta es que individualmente, en general, todos cumplimos con nuestro papel de buenas personas cuando tenemos la oportunidad para ello, no negamos ayuda a quien nos la pide y solemos colaborar con los demás cuando hace falta y es necesario. Pero siempre ponemos un límite, y siempre lo hacemos sí a nosotros nos va bien hacerlo en ese momento determinado y en esa situación precisa, y, en general, no mucho más. Solo cuando cuadra perfectamente con el horario, la agenda del móvil, y no nos interrumpe ninguna otra acción que nos mantiene dentro de nuestro universo particular, es cuando nos atrevemos, y solemos, espontáneamente, hacer pequeñas acciones que sirvan para ayudar a otros.

Esto debería ser al revés, deberíamos vivir la vida de forma natural, social, compartida y colaborativa, y nos meteríamos en nuestro mundo virtual de la pequeña pantalla solo cuando no hubiera nada que hacer en esa primera forma de vivir, pero lo hacemos al revés, levantamos la mano para darle un producto a alguien que no lo alcanza o ayudamos a cruzar la calle a alguien solo sí no tenemos que mandar ningún mensaje, no tenemos que leer algún artículo en el móvil o no tenemos que mirar el estado de nuestras redes sociales. Ahí, entonces, ya no somos seres sociales, amables o colaborativos, básicamente porque desaparecemos del mundo aislándonos en nuestro universo particular y no vemos ni siquiera a quien necesita que se le eche una mano al pasar por su lado (por no decir ya ni de aquellos de dejan de preocuparse por su seguridad básica cruzando la calle pendientes del móvil y no de los coches), y, por esta razón, a nivel macro se percibe esta dinámica social y a nivel micro a veces se puede constatar que a veces es así y a veces no. Es cuestión de cuanto tiempo pasas observando el comportamiento humano a pequeña escala y cuanto tiempo ves las corrientes y analizas las dinámicas en grado mayor.

Es cuestión de equilibrar la balanza de ambos “mundos”

Esta manera de vivir va a ser realmente difícil de cambiar, porque nos hemos vuelto adictos a huir del mundo, pues realmente el mundo de “ahí fuera” tampoco nos ofrece demasiado de aquello que necesitamos para sentirnos a gusto en él. Pero es una trampa psicológica creada por REC, porque el mundo de “fuera del móvil” puede ser como nosotros deseemos que sea, y se nos olvida que tenemos el poder a través de la interacción personal con el resto de seres humanos de alterar y modificar la realidad en la que vivimos sí no nos gusta la pinta que tiene ahora.

Las pantallas, las distracciones, las maratones de series en Netflix, las largas horas pendientes de Facebook y, en general, todo lo que el mundo virtual ahora nos ofrece, y no digo que sea malo ni que sea bueno, es lo que causa la desconexión y la decadencia “evolutiva” de la humanidad, sin que, por otro lado, no podemos negar que es algo positivo leer un libro que nos explique algo a través de nuestra tablet o ver un documental que nos ayude a comprender mejor un tema a través de la televisión. No es ese el problema, sino las prioridades y lo que va primero en la vida de una persona, pues primero se ha consolidado el mundo virtual como referencia para gestionar nuestra vida y luego, sí acaso, viene el mundo real para descansar un poco los ojos y la mente hasta que podamos volver al mismo.

Por esta misma razón, es importante que podamos influir un poco en el balance de ambos “mundos”, que pongamos el acento y la fuerza en el disfrute de lo físico, las relaciones entre personas, salir a hacer actividades a donde sea (cuando nos dejen salir de casa y se acabe el “confinamiento”), escapar de la tecnología cuando se pueda y enseñarles a nuestros hijos a usarla como herramienta de apoyo para las necesidades de sus vidas y no como un lugar de escape y recogimiento para todo el resto de la misma.

La tarea más complicada es para los padres

Los padres, por nuestro lado, quizás tengamos que re-aprender a vivir como hacíamos antes de que existieran los móviles y usarlos como se usan unas llaves, como os decía en los artículos de desprogramación que os he comentado en el post anterior. Creo que muchos habréis leído que los que más saben de tecnología, aquellos “CEOs” de Silicon Valley, son los que menos la usan. Cuando yo trabajaba en Bruselas en una compañía de telecomunicaciones como ingeniero, nuestro director y CEO solo quería usar línea fija, consciente de lo que el móvil suponía, su impacto energético que ya hemos explicado, su “peligrosidad”, etc.

Si pudiéramos llegar a que fuera un aparato que cuando lo necesitas lo coges, haces lo que tengas que hacer, y lo vuelves a dejar en su sitio sin preocuparte sí a los dos minutos ha podido llegar algún nuevo mensaje o alguien ha vuelto a actualizar su perfil social, habremos dado un buen paso para soltar parte del control de REC sobre nosotros. Si eso lo conseguimos, objetivo realmente difícil, estaremos en la senda de manifestar a nivel micro algo que, poco a poco, quizás en décadas, dependiendo de cuanta gente se sume a esta forma de recuperar el control de su realidad y de la interacción humana, se tiene que manifestar a nivel macro como un mejor entendimiento entre pueblos, culturas y sociedades, sin caer en la ingenuidad de que todo va a solucionarse de un plumazo y ningún conflicto jamás volverá a producirse, porque no sería verdad, ya que otros muchos intereses están en juego en estos escenarios y REC y SC seguirán siempre buscando la forma de aislarnos cada vez más y mantenernos enfrentados entre nosotros permanentemente.

Aún así, sería un primer paso y un logro enorme que al menos una parte del tiempo que pasamos metidos en nuestro mundo interior virtual lo trasladáramos al mundo externo real. El tiempo ya nos dirá si hay forma de equilibrar la balanza, y luego ya veremos si podemos reorganizar el estilo de hacer las cosas a partir de ello. Veremos en el siguiente y último artículo de esta serie algo más sobre cómo disminuir el impacto energético que las emisiones electromagnéticas de móviles tienen sobre nosotros, que hemos explicado en los dos artículos anteriores, y espero que hayamos podido ver el doble filo de todo aquello que siempre REC nos entrega como algo que nos hace la vida más cómoda y fácil, pero a un alto coste para todo lo demás.

Un abrazo,

David Topí

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